La tradición, la modernidad y la naturaleza se entretejen en Otavalo, una ciudad pequeña, localizada en la provincia de Imbabura. A continuación, te invitamos a realizar un recorrido por esta tierra de contrastes.
Una de las primeras paradas imperdibles es en el reloj solar de Quitsato, punto por el que atraviesa la línea ecuatorial y se puede experimentar los fenómenos geofísicos de estar en la mitad de los dos hemisferios.
Después de un poco de aprendizaje, en el camino se revela la belleza de la geografía ecuatoriana representada en el Lago San Pablo. Este es un lugar de rituales y leyendas.
Pocos kilómetros más adelante, Otavalo se muestra multicolor. La plaza de los ponchos es el destino principal, en donde el visitante puede adentrarse entre un conjunto de carpas y puestos, que exhiben un sinfín de artesanías. Los visitantes podrán adquirir desde pinturas, joyería, instrumentos andinos, figuras de cerámica y tagua, hasta edredones y manteles de mesa. Estos objetos provienen de diferentes culturas y zonas como Cotopaxi, Chimborazo Napo, Loja y Manabí. Igualmente, se ofrecen varias prendas de vestir tejidas con lana de algodón y alpaca, que abrigan desde la cabeza hasta los pies, y accesorios también. Los precios son ‘regateables’ y asequibles a todo bolsillo.
Más allá del comercio, Otavalo también es naturaleza. Cerca del poblado, se encuentran las Cascadas de Peguche, ubicadas en la comunidad del mismo nombre. El sonido fuerte del agua se siente a cada paso recorrido. Desde un puente, se puede admirar y sentir la energía de este fenómeno natural, que, a la vez, es considerado como un espacio sagrado para la cultura kichwa. Es por eso que, se debe pedir ‘permiso’ a los dioses para ingresar.
No se puede dejar la provincia de Imbabura sin conocer la Laguna de Cuicocha, que está localizada a unos cuantos minutos de Otavalo. El agua se aloja dentro del cráter de un volcán inactivo, lo cual ofrece un paisaje único. Este es un sitio en el que también se combinan las actividades turísticas con las rituales, porque alberga ruinas como calendarios solares y lunares que construyeron los ancestros para comprender el mundo. Aquí, se pueden realizar caminatas y navegar por el lago en botes.
Cuando se han visitado ya todos estos escenarios, el visitante puede regresar a su destino con la experiencia de haberse conectado con una cultura ancestral que se mantiene viva en cada acción, objeto y territorio.